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El modelo federal belga continúa enredado en su entramado de Comunidades, Regiones y regiones lingüísticas y, sin embargo, su democracia consociativa funciona. Después de seis reformas para el desarrollo del Estado Federal, muchas preguntas siguen sin respuestas: ¿hacia dónde camina Bélgica?, ¿al mantenimiento del federalismo dual o a su superación?, ¿a la construción de un federalismo más «perfecto», de la confederación, o a la ruptura definitiva? Demasiada perplejidad e incógnitas como para exportar su federalismo, pero podemos aprender –y mucho– de la lealtad constitucional de sus instituciones y ciudadanos. Y, sin embargo, tanto en Bélgica como en toda Europa, el fantasma de los nuevos populismos y su vieja exaltación del poder ilimitado del pueblo y/o de la soberanía nacional se ciernen sobre una democracia que o se define también como garantía de derecho(s) o – más pronto que tarde– desaparecerá.
The Belgian federal model remains entangled under its labyrinth of Comunities, Regions, and linguistic regions. However, the consociational democracy maintains the system working. After the six state reforms to improve the Federal model, many questions have not been answered: where is Belgium going? Toward a dual or more perfect federalism? Building a new Confederation or is Belgium walking to its definitive rupture? The future is not easy to predicted, but even with the strength of linguistic bipolarity, there are some factors to avoid the desintegration of its Federal state. However, Belgium and every state in the European Union ought to control the new ghost of populism: its old definition of people (nation) as unlimited power and total sovereignty is the great challenge of democracy. Nevertheless, if we do not defined the democracy as guarantee of rights and rule of law, its time is over.
