Muchas prácticas de análisis de discurso parten de dos supuestos: a) la conducta está más determinada por la cultura interiorizada que por la situación; b) el discurso expresa los elementos culturales �actitudes, valores, etc.� que guían la acción. Frente a ello, se defiende que estamos sometidos a múltiples constricciones, a menudo contradictorias, que determinan nuestra acción independientemente de nuestras creencias.
Ello provoca que no seamos coherentes, que hagamos y digamos cosas distintas en diferentes situaciones y que adaptemos nuestros discursos y creencias a nuestras prácticas para justificarlas, manipulando estratégicamente la reserva de recursos culturales disponibles. Tener esto en cuenta lleva a centrar el análisis de discurso en el componente estratégico de los discursos y en sus incoherencias y contradicciones.