El regreso de Rusia al escenario diplomático se perfila muy diferente. Presionado por una Ucrania cada vez más inclinada hacia la esfera occidental, Moscú improvisa una brusca reconquista de Crimea. La afirmación grosera de intereses legítimos revela los límites de su poder de atracción. Un poder que, sin embargo, ha cuidado con esmero desde la caída de la URSS mediante acuerdos de cooperación de geometría variable.