José Manuel González Pellicer
En el presente artículo se critica la condena del capitán del buque «Prestige» por la comisión de un delito medioambiental derivado de un naufragio cuyas causas últimas siguen siendo, a día de hoy, desconocidas. Se constata de nuevo la tendencia irrefrenable a contemplar las catástrofes como delitos e imputarlas, como sea, a un responsable concreto.