La diplomacia multilateral, se suele analizar con excesiva formalidad, tal vez porque sus decisiones se atribuyen siempre a organismos colegiados que funcionan a modo de heterónomos de las personas físicas que los componen. Su actividad se aborda desde los documentos o desde los procedimientos de negociación, no desde su dimensión humana. Eso condena al analista a una perspectiva reducida y por lo tanto incompleta. ¿Quién revela la dimensión humana del mundo mejor que nadie? El arte, que todo lo ensancha. Pero apenas ha cumplido su noble función con la diplomacia multilateral. La famosa escena en el edificio de Naciones Unidas de “Con la muerte en los talones” de Hitchcock o los relatos ginebrinos de Antrobus, de Lawrence Durrell, son excepciones que confirman la regla. Este artículo se hace eco de otra valiosa excepción, “La noche de los ministerios de Europa”, un relato de Julio Cortázar. El relato se desarrolla en edificios gubernamentales, no multilaterales, y se centra en las sensaciones de su protagonista, un funcionario internacional. Evoca así las relaciones entre las personas que desarrollan su labor en ambas instancias, estados y organizaciones internacionales. El cuento es original, sí, pero es mucho más: constituye un buen punto de partida para abordar el multilateralismo desde una perspectiva conductista, mucho más decisiva en la diplomacia multilateral de lo imaginado.