Este artículo plantea la disyuntiva de si la eclosión de la llamada �educación en valores� o el auge de lo �políticamente correcto� no estarán condicionando en demasía la educación literaria que ofrecemos a nuestros alumnos. Tras analizar distintos materiales utilizados por los mediadores, llegamos a la conclusión de que muchos de los textos no solo carecen de calidad, sino que ni siquiera merecen el calificativo de �literarios�; son, en el mejor de los casos, sucedáneos. Frente a esto, sostenemos que la lectura literaria es ya un valor en sí misma y que la Literatura ofrece suficientes ejemplos para ilustrar cualquier tipo de valor cívico.