A finales del siglo XIX, en las Baleares, como en el resto del país, faltaban modelos pedagógicos válidos para realizar la renovación educativa. La formación de los maestros padecía un gran atraso con respecto a los países europeos más adelantados pedagógicamente. Debido a las grandes carencias que los planes de estudios de las escuelas formales acusaban en la formación de maestros, era necesario realizar viajes pedagógicos al extranjero. En 1890 la Diputación Provincial de Baleares pensionó a un joven maestro de la provincia para realizar un curso sobre los trabajos manuales en madera en Nääs (Suecia). El maestro Miguel Porcel realizó este viaje y, además, aprovechó para conocer los sistemas y métodos educativos de los países europeos visitando algunas escuelas que estaban a la vanguardia pedagógica en Suecia, Dinamarca, Noruega, Alemania, Bélgica, Francia, y más tarde, en Suiza e Italia, en donde pudo inquirir todo cuanto se relacionaba con la educación. A su regreso desterró los viejos modelos educativos tradicionales, excesivamente intelectuales y rutinarios, e instauró un modelo de escuela moderna basado en el pensamiento pedagógico europeo típico del activismo naturalista biológico. Realizó un conjunto de cambios organizativos, metodológicos y curriculares necesarios para modernizar y europeizar la escuela:
la escuela graduada, la enseñanza cíclica, los trabajos manuales, los ejercicios corporales, las excursiones, las colonias escolares, los juegos, etc. Además difundió el pensamiento pedagógico moderno a numerosas generaciones de jóvenes maestros. Este viaje contribuyó decisivamente a la renovación educativa en las Baleares.