Los autores arguyen que la gestión del talento no puede ser tan lineal como sostiene la teoría estándar de que mientras más talentos estelares se tenga, mejores resultados se obtendrá. Al menos ésa fue la lección que entregó el Mundial Sudáfrica 2010 en al menos cuatro aspectos importantes.
En primer lugar, si bien el equipo más talentoso obtuvo el título, hubo otros cuadros con bases de talento igual de generosas que ni siquiera pasaron la primera ronda. Es decir, no basta con contar con muchos talentos para alcanzar el objetivo. En segundo lugar, el descansar en las grandes megaestrellas fue una estrategia fallida para todos los equipos que la intentaron, pues muchos de los grandes talentos decepcionaron en este Mundial. Por el contrario, el peso del equipo se notó en que España tuvo la mayor cantidad de jugadores con mayor desempeño del Mundial, siendo que estos jugadores tuvieron antes del Mundial un desempeño semejante al de otras selecciones menos exitosas. Finalmente se demostró que las megaestrellas a nivel ejecutivo tampoco hacen una gran diferencia. Fabio Capello, el entrenador mejor pagado del mundo, apenas llegó a segunda ronda con la aparentemente poderosa selección inglesa.
Está claro que el factor talento puede ser un factor diferenciador, pero también puede dejar de serlo si una empresa equipara la base de un competidor que lo aventaje en ese aspecto. La verdadera diferenciación, la difícil de imitar, está en la conformación organizacional que permite extraer lo mejor de los más talentosos. Reimpresión R1010N-E