La Inspección Educativa nace en España con carácter profesional a mediados del siglo XIX, ligada a la enseñanza primaria, obligatoria y gratuita. Su partida de nacimiento es el Real Decreto de 30 de marzo de 1849, época de la reina Isabel II. Uno de los puntos claves, que está presente a lo largo de todo su proceso histórico, constituye sin duda alguna la manera y modo de delegar los poderes públicos la función inspectora que les corresponde, así como en quién delegan y si confieren a dicha necesidad un carácter objetivo y profesional o lo someten a los imperativos subjetivos de la discrecionalidad y del control político. Su vocación de universalidad hace que abarque los diferentes niveles de enseñanza. Siglo y medio de historia confiere solera y prestigio a una Institución, la Inspección educativa, cuyo futuro tiene que pasar por los ejes vertebradores de la profesionalidad, la independencia y la autonomía