El relato cuenta una anécdota de la narradora en su niñez, que fascinada por los cuerpos que veía en los puestos de revistas empezó a dibujarlos en los ladrillos de su azotea. Un día, un encuentro inesperado con un vecino desencadena una serie de acontecimientos que transforman la perspectiva de la niña sobre su entorno. Al crecer, sigue dibujando cuerpos desnudos, con el propósito de aceptarnos tal como somos. La narrativa de Pablo Silva invita a una reflexión sobre los estereotipos de género, la inocencia y las ideologías a las que se enfrenta por primera vez.