Si nadie ha de estar sometido a un poder o a una norma que no haya podido consentir, y sobre el individuo se proyectan de modo directo o mediato, pero en cualquier caso creciente, poderes y normas de ámbito supraestatal, se presenta como consecuencia necesaria el mandato de articular los correspondientes mecanismos democráticos de legitimación, de llevar la democracia “más allá del Estado”. Ahora bien: mientras el problema de las relaciones entre globalización y democracia no quede adecuadamente perfilado, resultará imposible ofrecer una respuesta atinada; por eso conviene acercarse a él desde la perspectiva en la que adquieren sentido todos los problemas políticos, que no es la del silogismo lógico, sino la de su dimensión histórica.