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El autor analiza las prácticas de desregulación en relación con tres segmentos del mercado de trabajo: los trabajadores poco pagados y descualificados, los medianamente cualificados y pagados y los altamente cualificados y pagados. Respecto a los primeros y terceros las prácticas desraguladoras podrían ser eficaces al ahorrarse costos, en el primer caso y posibilitar la incentivación individual en el segundo. Pero respecto al segmento central, que es aquel que garantiza la competitividad del país, la desregulación puede ser problemática. En efecto, el rendimiento de este segmento se garantiza sólo si hay una cierta cooperación que, normalmente, se pone en práctica a través de la negociación y de ciertas garantías reguladas.
Pero los procesos da desregulación ponen en crisis las prácticas de cooperación de ese sector intermedio. Es más, en el actual proceso de globalización y multinacionalización, alguna forma de comunicación de los trabajadores es esencial. Podría ser el Comité de Empresa Europeo que es, indudablemente, un paso regulador.
