A lo largo de nuestra vida, nos vemos envueltos en contextos educativos que definen, en gran medida, el curso de nuestro desarrollo personal y social. Conforme crecemos, estos entornos sociales van tomando un cariz complejo porque, entre otros factores, nuestra implicación va siendo más activa, lo que nos proporciona nuevos e inquietantes retos y posibilidades tanto personales, como sociales. En este sentirlo, la familia y la escuela son los contextos de desarrollo y educación por excelencia para la mayor parte de los niños y niñas en nuestra cultura. La importancia que estos ambientes educativos tienen en el desarrollo de la infancia se hace patente en los numerosos estudios que tratan de desvelar el entramado de relaciones que se suceden en estos escenarios, y que dan lugar a procesos de aprendizaje y desarrollo infantil. El trabajo que aquí presentamos supone un momento de reflexión. Con él, pretendemos abordar las relaciones que se establecen entre la familia y la escuela desde una noble perspectiva: por un lado, presentando las diferencias propias de la idiosincrasia de sendos contextos de desarrollo y educación; y, por otro, mostrando las características que ambos comparten.