Tomás Jorge Pérez
¿Es posible un arte apolítico? La pregunta no se refiere a si alguna vez ha existido un arte puro, autónomo y no “contaminado” por diversidad de condicionantes, sino si puede existir un artista que, como diría Kant, simplemente centrara sus esfuerzos en representar lo sublime. El arte ha estado siempre al servicio de fines políticos (en el sentido más extenso de la expresión), desde las pinturas de Altamira que constituían una especie de ritual comunitario y participativo para tener suerte en la caza (según algunas interpretaciones), los retratos romanos y su imagen del poder, y sobre todo, a partir de la Edad Moderna, el arte ha sido uno de los instrumentos más eficientes de la política, no solo por la lista de pintores que han estado al servicio de mecenas, o directamente de líderes políticos y reyes para los que trabajaron, como Rubens, Tiziano, Velázquez o el propio Goya, sino porque resulta imposible no encontrar detrás de cada cuadro condicionantes políticos, a veces fácilmente identificables por su naturalismo, otras “ocultos” tras su simbolismo.