Nekane García Amezaga, Magda Polo Pujadas
Hablar de «nueva música» en Adorno es hablar de la emancipación de la disonancia que ocurrió con el expresionismo atonal de Schönberg y la Escuela de Viena a la que el Adornomúsico se adscribió y que el Adorno-filósofo defendió y postuló como la música del progreso en su tratado la Filosofía de la nueva música. Adorno, pensador ilustrado, creía en la capacidad emancipadora de la racionalidad humana y, por tanto, en el progreso social y estético. Sin embargo, y así lo analizaba junto con Horkheimer en la Dialéctica de la Ilustración, la humanidad caía una y otra vez en nuevas formas de barbarie, siendo imposible hablar de un progreso en el mundo; pero el arte, producto social, sí conseguía progresar, aunque no de manera teleológica y lineal, sino dialécticamente, es decir, en constante diálogo con la tradición, con el material musical. Por tanto, la música del progreso, la música atonal, no era una música nueva que se creaba ex nihilo, sino una música que surgía de la desintegración de la música pasada, una música en la que la historia, el material sedimentado, la tonalidad, se destruía por la irrupción de la disonancia como expresión. Schönberg, con esa música disonante que incomodaba el oído aburguesado, discernía las promesas incumplidas en el material musical del pasado, una música que armonizaba una sociedad desintegrada que tuvo en Auschwitz el punto de no retorno, y que atrapaba a la sociedad en una dialéctica constante de recaída de barbarie, como atrapó el dodecafonismo a esas capacidades emancipatorias que la música atonal había vislumbrado. Ahora bien, no era esta una dialéctica cerrada sino una dialéctica interrumpida, un detener la narración que impedía el olvido de las víctimas; esto es, el arte seguía progresando, il faut continuer.
To speak of "new music" in Adorno is to speak of the emancipation of dissonance that occurred with the atonal expressionism of Schönberg and the Vienna School to which the Adornomusician subscribed and which the Adorno-philosopher defended and postulated as the music of progress in his treatise the Philosophy of New Music. Adorno, an Enlightenment thinker, believed in the emancipatory capacity of human rationality and, therefore, in social and aesthetic progress. However, and as he analyzed together with Horkheimer in the Dialectic of Enlightenment, humanity fell again and again into new forms of barbarism, making it impossible to speak of progress in the world; But art, as social product, did manage to progress, although not in a teleological and linear way, but rather dialectically, that is, in constant dialogue with tradition, with musical material. Therefore, the music of progress, atonal music, was not a new music that was created ex nihilo, but a music that arose from the disintegration of past music, a music in which history, sedimented material, tonality, was destroyed by the emergence of dissonance as expression. Schönberg, with that dissonant music that bothered the bourgeois ear, discerned the unfulfilled promises in the musical material of the past, a music that harmonized a disintegrated society that reached the point of no return in Auschwitz, and that trapped society in a constant dialectic of relapse of barbarism, as well as twelve-tone music captured those emancipatory capacities that atonal music had glimpsed. Now, this was not a closed dialectics but dialectics at a standstill, a stopping of the narrative that prevented the victims from being forgotten; that is, art continued to progress, il faut continuer.