El discurso dominante asocia el éxito económico de las empresas al temperamento de sus directivos. ¿Presentan aquellas un fuerte crecimiento? Eso se debe a que se benefician del “talento”, la “audacia” y el espíritu “visionario” de individuos extraordinarios como Carlos Tavares, que dirige el grupo automovilístico Stellantis. De este modo, se escamotea el coste real de la “competitividad”, que tanto gusta a los medios de comunicación.