La economía latinoamericana presenta una situación no muy diferente a la que ofrece la economía mundial: permanece en una senda de bajo crecimiento y no acaba de arrancar, ni de remontar el vuelo, y esto a pesar de contener y moderar la inflación. La región se encuentra ante el cambio, la inestabilidad y la complejidad que presenta el mundo marcado por las tensiones geopolíticas generadas por la guerra en Ucrania y el conflicto en Oriento Medio –sin descartar la llegada de un cisne negro propio de la región–, los altos niveles de deuda e inflación, la subida del precio de los alimentos, la energía, el endurecimiento de los mercados de crédito, que presagian altos costos de financiamiento, en un entorno económico donde persiste el bajo crecimiento. Este escenario, enmarcado en el proceso de cambio climático, supone períodos de crecimiento cortos, frágiles y muy vulnerables, que constituyen, de hecho, situaciones difíciles de manejar.