La educación pública se configuró sobre la base de subordinar las identidades históricas y culturales particulares al proyecto de creación de una ciudadanía nacional. La educación para la ciudadanía, debidamente reformulada para integrar la diversidad cultural y el reconocimiento de las diferencias, puede ser una buena alternativa a las propuestas multiculturales. El artículo hace una amplia revisión teórica de cómo se plantea actualmente la cuestión, criticando determinadas orientaciones del multiculturalismo y apostando por una educación intercultural. Esta puede ser entendida y practicada como una educación cívica, que posibilite la convivencia en un marco común.