El proceso social de construcción de la identidad está relacionado directamente con los valores de la cultura de consumo que predominan en la actualidad. El cuerpo y nuestra propia imagen ocupan un lugar central en el proceso de mediación de la experiencia humana. El cuerpo humano se ha transformado en un bien de uso y consumo y sobre él recaen expresiones simbólicas y figurativas de la perfección y la felicidad. Este interés comunicativo por crear ficciones de la corporeidad sigue en muchos casos una lógica de mercado que precisamente altera la experiencia que el individuo posee de su propia corporeidad, y fomenta en él el miedo, la incertidumbre y la angustia como reacciones emocionales que le inducen a la práctica de un comportamiento consumista en busca de un ideal corpóreo.