La sociedad inglesa posterior a la revolución de 1688 es un ejemplo paradigmático del déficit ideológico y discursivo que acompaña al nacimiento de la sociedad moderna como articulación de la sociabilidad humana en torno al mercado. Dinero, crédito y especulación se contemplan como fenómenos negativos e inevitables a un tiempo desde los ideales del humanismo cívico que inspiraron la revolución. La defensa de la sociedad comercial se lleva a cabo desde distintos puntos de vista, producto del fraccionamiento de la ideología Whig al enfrentarse a dichos fenómenos. Dos alternativas se exploran en este artículo, de un lado el Polite Whiggism, empeñado en la reconciliación de los polos de la virtud y la prosperidad comercial, a través de la defensa de un mundo presidido por las "buenas maneras" y el "cristianismo sociable", alejado del fanatismo puritano. De otro, la defensa de la sociedad comercial desde la herencia del puritanismo que lleva a cabo Bernard Mandeville. Desde este segundo punto de vista la naturaleza humana caída produce indirectamente un orden social beneficioso, a través del concurso de la providencia divina y la acción manipuladora de políticos y moralistas. La doctrina de la insociable sociabilidad tiene en la obra de Mandeville uno de sus primeros expositores.