El 1 de mayo de 2003, el presidente George W. Bush anunció –incurriendo en un error– que las tropas de su país habían cumplido su “misión” en Irak. Ahora bien, veinte años más tarde, la victoria de Estados Unidos, al menos en un sentido, es auténtica: su agresión no le ha supuesto sanción alguna. Y quienes la defendieron (periodistas incluidos) siguen concediendo primacía a la guerra en las relaciones internacionales.