Si bien es cierto que el número de espectadores cinematográficos ha descendido desde la II Guerra Mundial, nada parece indicar que éste vaya a morir. Subsistirá si es capaz de mantener una estrecha colaboración con las demás industrias del espectáculo audiovisual. Y si más que entretener al público le ofrece a éste una imagen más auténtica del hombre y de la sociedad en la que vive.