Pese a la masiva inyección de dinero público para luchar contra la covid-19, la industria sigue controlando con pulso firme la producción de información médica. Utilizado a menudo para justificar vulneraciones a las libertades, el vocabulario científico ha perdido solvencia, allanando así el camino para el surgimiento de discursos simplistas. Tres años después, todavía queda pendiente realizar un balance más documentado de las políticas de salud pública.