Que las mentiras factuales en la política democrática pasan factura lo prueba la crisis que provocó el discurso del exprimer ministro húngaro Ferenc Gyurcsány en 2006. Que la verdad no puntúa al alza lo corroboran los resultados de las elecciones de Portugal en 2009 y lo que pasó después. Son dos ejemplos recientes que le sirven al autor para explicar en este artículo cómo las mentiras socavan la confianza entre gobernantes y gobernados. Maquiavelo aconsejaba al déspota que no renunciara a la mentira, pero en la política democrática la mentira puede ser subversiva, como expone el autor.