Nacidas entre tensiones internas y con un repertorio de programas bastante limitado, las televisiones privadas amenazan con llegar a cumplir una misión que les es poco grata: hacer buena a la pública. Por el momento, los esfuerzos en el terreno informativo de Antena 3 TV y los largometrajes de última hornada de Berlusconi son los únicos rivales serios de unas televisiones públicas que han reforzado considerablemente su programación de cara a la nueva era competitiva.