Rosa María Sáinz Peña
Hablar otro idioma además del materno se plantea, en este final de siglo y de milenio, no ya como un signo de distinción socio-cultural, sino como una necesidad de cara a la Europa sin fronteras del 93 si no queremos convertirnos en constructores de una nueva Torre de Babel condenados, pese a vivir en un territorio común una utópica Europa unida, a no entendernos por hablar en múltiples y diversas lenguas.