Este escrito surge de la reflexión sobre la omnipresencia de un repertorio de programas que ha colonizado desde hace casi una década las rejillas de las distintas televisiones. No siempre fáciles de definir, pero con atributos comunes (morbo, vacuidad, procacidad, sí, pero también, con un atractivo mediático y una capacidad de captación de audiencias innegable), estos programas más que configurar un nuevo género se constituyen en una práctica televisual generalizada.