Si los códigos modernos están influidos por el derecho romano, se infiere necesariamente la conveniencia de su conocimiento no sólo para comprender la historia jurídica, sino para entender los ordenamientos actuales. Asimismo, es un modelo de experiencia. El jurista que no conoce el derecho romano tiene una visión limitada e imperfecta ya que no conoce la normativa elaborada durante más de trece siglos por un pueblo de profundo sentido práctico. Por último, su estudio, proporciona a sus cultivadores, una mayor finura en la apreciación del caso, y por decantación intelectual, fortalece el sentido jurídico. Y nos ayuda a ser más completos, evitando la desintegración de lo que nos hace humanos —el tiempo, la relación con los otros—. El estudio sosegado se pone frente a los peligros de la absolutización de la eficacia y de los sistemas laborales desenfrenados que nos llevan a una vida de muertos vivientes, sin aliento… ni tiempo para «pensar…» («los jóvenes ya no tienen tiempo de tener tiempo», George Steiner)… ¡Es como parar el tiempo!