En una realidad gobernada por las nuevas tecnologías, editar obras musicales en soporte físico ha dejado de tener sentido y nuevas formas de consumir y explotar música han ido surgiendo. Sin embargo, no parece que nuestra regulación actual esté en condiciones de disipar la creciente incertidumbre jurídica que han venido generando estos nuevos modelos de consumo y de negocio, dentro de la industria musical.