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Desde la Antigüedad, Aristóteles planteó que, para la argumentación de las ideas, no se debía conformar solamente con el racionamiento, sino que era importante entusiasmar al auditorio, por medio de la narrativa, de tal modo que se asegurara la movilización de los sentimientos. Esta premisa estructuró el papel del logos como argumento racional, del pathos como comunicación emocional y al ethos como elemento de credibilidad frente a la audiencia. En el 2022, después de unas largas décadas de dominio del pathos dentro de las narrativas políticas, observamos un regreso del logos como protagonista en la construcción de los discursos. Varios elementos vienen explicar este fenómeno, dentro de los cuales encontramos la intromisión cada vez más evidente de la tecnología en las campañas y los equipos de gobierno que, con herramientas como el Big Data, la Inteligencia artificial y la técnica del fact checking, privilegian los discursos basados en datos y la lucha contra estrategias meramente emocionales privilegiadas por las fake news. El segundo elemento está amarrado a la crisis sanitaria mundial del COVID-19 que alimentó la necesidad de narrativas más racionales que buscan generar confianza, y el fortalecimiento de un liderazgo nuevo, basado en certezas, mientras el contexto se caracteriza por la incertidumbre. Por fin, se vislumbran en las narrativas, tanto electorales como gubernamentales, los límites de las narrativas puramente emocionales, para privilegiar un nuevo balance entre el pathos y el logos, dentro de las cuales el ethos también aparece como un elemento protagónico
Since ancient times, Aristotle argued that for the argumentation of ideas, one should not be satisfied only with reasoning, but that it was important to excite the audience, through narrative, in such a way as to ensure the mobilization of feelings. This premise structured the role of logos as a rational argument, of pathos as emotional communication, and of ethos as an element of credibility with the audience. In 2022, after long decades of dominance of pathos within political narrative turns, we observe a logos as a protagonist in the construction of discourses. Several elements come to explain this phenomenon, among which we find the increasingly evident interference of technology in campaigns and government teams that, with tools such as Big Data, Artificial Intelligence and the fact checking technique, privilege the data-based discourses and the fight against merely emotional strategies favored by fake news. The second element is linked to the global health crisis of COVID-19, which fueled the need for more rational narratives that seek to generate trust, and the strengthening of a new leadership, based on certainties, while the context is characterized by uncertainty. Finally, the limits of purely emotional narratives are glimpsed in both electoral and governmental narratives, to privilege a new balance between pathos and logos, within which ethos also appears as a leading element
