Existe una tendencia generalizada entre la opinión pública a considerar que los únicos ecosistemas con sabor ecológico son los bosques. Los autores del presente trabajo, por el contrario, proponen una nueva óptica desde la que enjuiciar, y aprender a valorar el vilipendiado monte bajo, el páramo y los matorrales que en multitud de casos, tienen un gran valor para el mantenimiento del equilibrio ecológico global y en todo caso superior al que ofrecen los monocultivos arbóreos al uso que frecuentemente se le oponen.