De unas décadas a esta parte se encuentra cómodamente instalada (y aceptada) entre nosotros la figura de la «motivación reforzada», de la que sin embargo circula una noción más bien intuitiva y de variable imprecisión, con la consiguiente mengua de su operatividad. En pos de la depuración conceptual (primero) y de una eficaz práctica (después) de la «motivación reforzada» se alinean estas modestas (pero necesarias, creo) páginas que siguen.