Desde Argentina, la soja transgénica atraviesa las fronteras, invadiendo Paraguay y, de forma clandestina, el estado del sur de Brasil: Paraná. Los OGM se utilizan en detrimento de los pequeños productores y crean nuevas formas de dependencia. De esta forma, se perfila un modelo, rechazado por los campesinos latinoamericanos, de monocultivo industrial controlado por las multinacionales.