Tras la visita, en octubre, del primer ministro nipón Junichiro Koizumi al santuario de Yasukuni, donde se hallan enterrados criminales de guerra, las relaciones entre Japón y China se encuentran aún más deterioradas. Su rivalidad política y diplomática no impide el refuerzo de los lazos económicos. Empresarios chinos incluso han invertido en Japón y, aunque con cifras modestas, el fenómeno es significativo.