Jean-Marie Chauvier
Nunca como ahora había desempeñado la cuestión energética un papel tan decisivo en la estrategia internacional rusa. Se encuentra en el corazón de la “cooperación estratégica” con la Unión Europea (UE): la primer ministro Angela Merkel, que preside la UE durante seis meses, protestó el 21 de enero ante el presidente Putin por las interrupciones en el suministro de gas. Éstas no son sino tejemanejes entre Moscú, Varsovia, Kiev y Minsk. En el Cáucaso, el petróleo es el desencadenante del pulso con los Estados Unidos, referente al trazado de los oleoductos que lo transportan del Caspio y del Asia Central. En la misma Rusia, con el desmantelamiento del grupo Yukos, finalizará la “renacionalización” de la energía que gira alrededor de los monopolios del gas (Gazprom) y del petróleo (Rosneft), a quienes se “entregarían” hasta las reservas marinas de hidrocarburos. Tentado por el ultraliberalismo a lo largo de su primer mandato, Putin habrá trabajado consecuentemente, durante el segundo, para una restauración del Estado, pero en el marco de la economía de mercado.