Jesús Rodríguez Hernández
La reforma laboral de dos mil doce, entre otras cosas, trajo consigo un norma de un calado mucho más profundo del que, quizá, había previsto incluso el propio legislador, el fin automático de la vigencia de los convenios colectivos una vez transcurrido un año desde su denuncia. Según su exposición de motivos, se pretendía evitar la «petrificación» de las condiciones laborales, sin embargo, su efecto real fue generar un auténtico terremoto en algunos sectores que se quedaron literalmente sin convenio, el Tribunal Supremo intentó taponar la vía de agua aplicando casi más el sentido común que otra cosa. Ahora parece que el legislador va a dar un nuevo golpe de timón a la cuestión.