Leopoldo Moscoso
Cuando la recesión de 1973 anunciaba el principio del fin del Estado Providencia y, por lo tanto, la crisis del modelo de regulación post-liberal de la sociedad capitalista, el viejo continente había recorrido una parábola -- de unos cien años de amplitud -- de incorparación de las organizaciones obreras al estado y de las luchas entre clases al interior del sistema político. La crisis del trabajo no sólo implicaba una serie de efectos conocidos sobre el individuo (dislocación social, pérdida del reconocimiento, corrosión del carácter) sino que habría de tener efectos sobre el propio funcionamiento de las modernas democracias y sobre la legitimación de las viejas organizaciones de trabajadores que venían operando en su interior. Sólo se participa cuando se está entre iguales. Las modernas democracias del bienestar conocieron la desafección política de unos ciudadanos que, al no poder ser trabajadores, había perdido no sólo su conciencia cívica sino también su principal canal de integración en el sistema (su propia inclusión en el sistema productivo). Las organizaciones obreras vieron, paralelamente, como aparecía una segunda clase de obreros que, al no poder ejercer como ciudadanos, habían perdido también su conciencia social. En el artículo se hace una análisis de este fenómeno desde un enfoque histórico de largo plazo. Cuando la recesión de 1973 anunciaba el principio del fin del Estado Providencia y, por lo tanto, la crisis del modelo de regulación post-liberal de la sociedad capitalista, el viejo continente había recorrido una parábola -- de unos cien años de amplitud -- de incorparación de las organizaciones obreras al estado y de las luchas entre clases al interior del sistema político. La crisis del trabajo no sólo implicaba una serie de efectos conocidos sobre el individuo (dislocación social, pérdida del reconocimiento, corrosión del carácter) sino que habría de tener efectos sobre el propio funcionamiento de las modernas democracias y sobre la legitimación de las viejas organizaciones de trabajadores que venían operando en su interior. Sólo se participa cuando se está entre iguales. Las modernas democracias del bienestar conocieron la desafección política de unos ciudadanos que, al no poder ser trabajadores, había perdido no sólo su conciencia cívica sino también su principal canal de integración en el sistema (su propia inclusión en el sistema productivo). Las organizaciones obreras vieron, paralelamente, como aparecía una segunda clase de obreros que, al no poder ejercer como ciudadanos, habían perdido también su conciencia social. En el artículo se hace una análisis de este fenómeno desde un enfoque histórico de largo plazo.