Howard Cox
De todos es sabido que el nacimiento de la BAT (British American Tobacco) en 1902 fue el punto culminante de un período de competencia frenética en el mercado británico del tabaco entre la American Tobacco Company de James Duke, que un año antes había adquirido el control de la Ogden's Tobacco Company y de la Imperial Tobacco Company of Great Britain and Ireland. Tradicionalmente, este acontecimiento se ha considerado como la historia de la pujante empresa americana que se apodera de las conservadoras y temerosas manufactureras británicas de finales de la época victoriana. No es de extrañar que Alfred Chandler eligiese a la Imperial Tobacco Company para ejemplificar la debilidad de las empresas del Reino Unido. La Imperial era una federación de tabaqueras, incoherente desde el punto de vista administrativo, surgida como respuesta directa a la llegada de las empresas estadounidenses. Un año después de su fundación, ya había capitulado entregando su negocio de exportaciones e inversiones extranjeras a la BAT, una joint venture internacional de la que también formaba parte la American Tobacco Company, de la que sólo recibía el 33 por 100 del rendimiento patrimonial.