Joaquim Bosch i Grau
Hace poco estábamos celebrando la entrada en 2020. Si observamos esas fotografías aún recientes, nos veremos alegres, algo despreocupados de cara al futuro, empapados de ilusión ante la llegada del año recién estrenado. Eran frecuentes las alusiones a unos nuevos "felices años 20". No podíamos sospechar una ruptura en nuestras rutinas diarias como la irrupción de una pandemia que nos encarcelaría en nuestras viviendas y nos haría temer por nuestros seres queridos. La realidad supera a la ficción y también la inspira.
Nos ha asaltado una especie de pesadilla inexplicable, entre una nebulosa confusa de impotencia, perplejidad e incertidumbre. Al mismo tiempo, son reiteradas las arengas de las más variadas autoridades que nos aseguran un pronto retorno a la normalidad. Pero eso no es cierto. O solo se trata de una verdad a medias. Sin duda, el coronavirus será controlado por los conocimientos científicos, los generosos esfuerzos individuales y la capacidad organizativa de la especie humana. En cambio, nos autoengañaremos si confiamos en que regresaremos a la situación anterior. La imposible erradicación completa del virus en pocas semanas y la magnitud global del zarpazo a la actividad económica van a generar obligatoriamente un impacto muy negativo a nivel internacional. (...).