Desde 2011, numerosas diásporas árabes han encontrado refugio en Turquía. Opuestos a sus regímenes, algunos disfrutan allí de una relativa libertad política. Otros acuden atraídos por las promesas de un modelo económico que sigue siendo uno de los más potentes del sur y del este del Mediterráneo. Pero, en un momento de cambio de estrategia internacional en Ankara, el futuro de estas comunidades se encuentra en la cuerda floja.