En general, la tarea docente ha estado comprometida, de acuerdo con una moral laica de orientación racional, con la divulgación del conocimiento. Bajo el paradigma de la concepción liberal e ilustrada, se entendía que dicha tarea contribuía a la mejora del individuo y a la consecución de un mundo mejor. La crisis postmoderna de la educación liberal ha supuesto el desencantamiento de la ética de la profesión docente y ha suscitado reacciones que suprimen o minimizan su compromiso con la promoción de valores cívicos. Frente a ello se defiende el carácter político de la función docente y se argumenta a favor de la necesidad de redefinir este perfil profesional desde una perspectiva que acentúa la importancia que el sistema de enseñanza bajo control público y el profesorado tienen para el mantenimiento y la profundización en la democracia.