Santiago, Chile
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Sin duda, un partido que sólo en 12 años de contiendas electorales pasa del 9,8% al 25,2% de los votos, puede ser considerado —desde un lenguaje normativo— como una organización políticamente próspera y, por tanto, exitosa. Sin embargo, cuando este partido alcanza una significativa expansión electoral independientemente de su fuerte y entusiasta adhesión pública al impopular legado de una dura y ruda dictadura militar, esta “prosperidad” partidaria obliga a desplegar una mirada más serena y analítica, ajena a las pasiones inherentes a la lucha política. En este artículo se analiza y discute la rápida penetración electoral de la Unión Demócrata Independiente (UDI), enfatizándose sus lógicas de crecimiento y consolidación electoral con el trasfondo de una notable homogeneidad de su personal parlamentario. La hipótesis de este estudio es que la penetración electoral alcanzada por la UDI desde 1990 no sólo se explica por un cierto tipo de ingeniería territorial y estratégica desplegada por sus dirigentes, de lo cual la paulatina y creciente implantación del gremialismo en distritos y comunas populares urbanas sería su más clara expresión. El crecimiento electoral de la UDI, señalan los autores de este artículo, también se puede enfocar y entender desde la sociología de su personal parlamentario, cuya notable homogeneidad cultural le proporciona a la UDI, en tanto organización partidaria, la capacidad de reivindicar con éxito grados considerables de disciplina orgánica y coherencia política, lo cual se revela sumamente eficaz a la hora de encarar coyunturas eleccionarias como las parlamentarias. Esas propiedades sociales del personal parlamentario de la UDI, advierten los autores, se encuentran en el origen tanto del notable “rendimiento” electoral de sus candidatos como de la fuerte objetivación de la marca UDI, lo cual constituye la mejor expresión de un partido políticamente “próspero” y electoralmente exitoso.