La democracia ha sido el marco que ha permitido que la sociedad española y su economía hayan prosperado de una forma notable. Efectivamente, los grandes lastres que explicaron el retraso histórico de España se han ido superando gracias al impulso modernizador de nuestra democracia y, en los últimos veinticinco años, la economía española ha ido abriéndose y convergiendo no sólo en términos nominales, sino también reales, alcanzando unos niveles de desarrollo similares a los de las economías de nuestro entorno. Sin embargo, el optimismo con que se puede contemplar la evolución de este último cuarto de siglo no debería ocultar algunos grandes retos que todavía quedan por afrontar.