La energía es uno de los principales motores del desarrollo económico y de la transformación social, en la medida en que se encuentra presente en todas las facetas de la actividad económica tanto de producción, como de consumo. Por ello es un bien básico para el conjunto de la economía y un elemento fundamental de la estructura de costes de nuestro sistema productivo, con un fuerte impacto social y medioambiental. De ahí que la política energética deba tener en cuenta todos estos factores a la hora de valorar si cumple su finalidad, si lo hace de manera eficiente y si, además, se oferta a precios asequibles.