El asunto de la «alienación parental» —llamémoslo como queramos— tiene en la actualidad un incomprensible potencial polarizador. Es, al mismo tiempo, presentado de manera ambigua, si no directamente contradictoria. Este artículo trata tanto de conciliar extremos como de aclarar aspectos confusos. Ambos fines son compatibles, pues, por incidir en primera línea en nuestro deber de protección de nuestros hijos e hijas, nos concierne a todas y todos. Y no sólo por ello tiene relevancia social inmediata: puede afectar a cualquiera, y sus consecuencias son devastadoras.