El Océano Índico se presenta como uno de los puntos calientes en el tablero geopolítico mundial. Esto se trata de un hecho evidente, si se tiene en cuenta que se sitúa en el centro de las rutas globales de comercio marítimo. El aumento de la asertividad china en los mares, con su conocido proyecto Belt and Road Initiative (BRI, por sus siglas en inglés) o su famoso Collar de Perlas, entre otros, ha impulsado a los diversos actores con intereses en la región a fortalecer su presencia en este medio. Entre ellos destaca India, que se propuso hace ya algunas décadas dejar atrás su histórica fijación terrestre para fortalecer su presencia en el Indo-Pacífico. Ya en los años noventa, a través de su política del Look East, India comenzó a ser consciente de la importancia de su presencia en esta zona geográfica y decidió desplegar sus primeras bases a lo largo de distintas localizaciones en el mapa. Entre ellas destacan las instalaciones de las Islas Andamán y Nicobar, un archipiélago formado por más de 500 islas dotado de gran interés estratégico por su ubicación geográfica, pues se erige como potencial cierre al Estrecho de Malaca. Estas islas suponen para India una de las claves de su estrategia en el Indo-Pacífico; una región que posee cada vez más importancia geoestratégica y cuyas dinámicas ejercen un efecto directo en el balance regional de poder y en la geopolítica a nivel global.