Manuel Vila González
Tras más de una década de penurias financieras de la que apenas habían empezado a recuperarse y ante la perspectiva post-pandemia de que una eventual falta de visión estratégica de parte de la clase dirigente condene a las Fuerzas Armadas a otro extenso periodo de inanición que prolongue el ya sufrido a partir de 2008, urge unir sensibilidades políticas en un pacto financiero a largo plazo en pos de alcanzar el 2% del PIB para Defensa comprometido con nuestros aliados en 2014 y reafirmado en posteriores cumbres de la OTAN. Así será factible sostener el esfuerzo defensivo en general y el naval en particular, herramienta como ha de ser la Armada no solo estrictamente castrense, sino de la diplomacia misma en la protección de los intereses nacionales. Para ello, es urgente comenzar a redistribuir el presupuesto militar de forma equitativa entre los tres ejércitos, prolongar los programas de construcción naval en marcha e iniciar aquellos que se prevén imprescindibles.