A día de hoy, resulta difícil aventurar si el gobierno afgano y los talibán podrán alcanzar un acuerdo de paz, pero el gobierno afgano presenta debilidades críticas que hacen difícil que pueda sentar las bases para un compromiso serio. A los problemas tradicionales de incapacidad política, insuficiencia económica y debilidad militar, se suman las dudas que en EEUU surgen sobre la conveniencia de seguir invirtiendo en un país que no parece ser capaz de dar pasos en la dirección necesaria para solucionar sus problemas. No está claro que Estados Unidos vaya a continuar apoyando al gobierno afgano si no se llega a un acuerdo de paz en un plazo razonable; pero tampoco es posible anticipar el grado de apoyo que estaría dispuesto a prestar tras un hipotético acuerdo de paz. Es posible que Estados Unidos tenga que elegir entre abandonar Afganistán sin haber alcanzado una paz real o quedarse indefinidamente en un país sin un gobierno efectivo, que está perdiendo lentamente la guerra y que se enfrenta a una crisis económica descomunal. El “factor Trump” ayuda; también el COVID-19. Pero es la irresponsabilidad e incapacidad de los propios líderes afganos y la irracionalidad de la insurgencia los que han ido confirmando la inutilidad de cualquier ayuda que pueda prestarse a Afganistán. Con ayuda de EEUU la paz sería difícil, sin ella, posiblemente imposible.