Frente a quienes critican que el Consejo General del Poder Judicial está «politizado» y frente a quienes defienden su composición y selección —solo— por y entre los propios Jueces, en el presente artículo su autor considera que el sistema actual para su selección y composición, constitucionalmente refrendado, se mueve entre aguas difíciles, como entre Escila y Caribdis en el conocido mito clásico: entre garantizar la independencia del Poder Judicial e inyectarle cierta dosis de legitimidad democrática de la que, en nuestra tradición, carece.