La participación en actividades colectivas de carácter cooperativo, tales como las organizaciones voluntarias de orden altruista, es interpretada en este artículo como una producción social. Los antecedentes de esta acción participativa se encuentran en la conformación de la personalidad a través de los procesos de socialización. El aprendizaje de dinámicas cooperativas en círculos pequeños y la inculcación de valores de solidaridad y participación tienen una incidencia variable en función del agente que actua como vehículo formador. Se revela como especialmente intensa la huella resultante de la educación escolar y de los grupos de pares en la adolescencia, cuando en ellos se favorecen actitudes cooperativas. Asímismo, la información a través de los medios de comunicación de masas del incremento de las actividades cooperativas tiene un efecto multiplicador de las mismas, que permite que se activen mecanismos aprendidos en infancia o adolescencia.